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El liderazgo debe ir más allá del dolor de nuestra auto construcción, es brindar las herramientas que alivien la aflicción de las brechas de desigualdad en la humanidad y enfrentar mejor una era de pos pandemia.
Fortalecer algunas áreas de nuestra vida va a requerir de tiempo, compromiso, dedicación, persistencia y sacrificio, ésta es una regla básica. Estoy seguro que usted lo ha escuchado muchas veces.
Ahora bien, es necesario entender que mientras fortalecemos un área específica otras quedarán desfavorecidas. Es ahí que como líderes deben ser conscientes sobre el tipo de decisiones que van a tomar de esta manera, dan prioridad a lo que realmente sirve para elevar el crecimiento.
Tener una visión clara de esto es fundamental, y si lo detectamos a tiempo, mejor aún, así, el siguiente paso será arrimar el hombro junto a otros líderes que sean fuertes en las áreas desfavorecidas que dejamos a un lado. Pero ¡Cuidado! Centrarnos en desarrollar esas áreas débiles, puede comprometer nuestro desarrollo y frustrarnos.
Necesitamos conformar un equipo de alto rendimiento.
Por ejemplo, lo mismo pasa en una nación. Según el último reporte del Banco Mundial “La Economía en los Tiempos del Covid-19” advierte que América Latina y el Caribe es la región con los niveles más altos de desigualdad, con amplias brechas en la calidad de vida que generan frustración, disturbios, descontentamiento social.
A mayor brecha entre ricos y pobres, menor compromiso de la población. Este es un momento clave para que los líderes que están arriba proyecten un visión donde prime ayudar a elevar las condiciones de subsistencia de aquellos que han sido los más golpeados para equiparar fuerzas. Un salario universal en la región, disminuiría el exceso de concentración de riqueza, así, el excedente tendría que ser invertido en mejorar las oportunidades económicas para los menos favorecidos y dar una protección social más adecuada.
Como una comparativa, si los líderes ponen a prueba a los miembros más débiles del equipo para que resuelvan los problemas de una determinada empresa, como resultado tendrán una muy baja capacidad de acción para buscar soluciones. De igual manera pasa en la economía, si se traslada la deuda con ajustes fiscales que sean afrontados directamente por la población, el país se hunde. Aquí entran en juego los actores más fuertes que van a desenvolverse mejor en esta área. En otras palabras, el aparato productivo federaciones, cámaras, asociaciones, etc. son quienes deben arrimar el hombro con mayor fuerza para aliviar el dolor de la desigualdad. Pero esto no es todo, para comprenderlo adecuadamente, no solo son los líderes quienes deben deben tomar esta decisión, sino, involucrar en el propósito de manera ÉTICA a los empleados, ya que, son los llamados a fomentar su compromiso por sacar adelante la producción del país, mientras los empresarios reinvierten el 100% de sus utilidades para la reactivación económica y protección social.
En conclusión, sin reglas claras el equipo no funciona, el líder debe tener principios, valores tan fuertes que regulen el marco legal del juego, regidos por la ÉTICA, así como, una clara visión al futuro para que utilicen nuevas tecnologías que agiliten los procesos de transformación y solo así, puedan implementar sistemas transparentes de recolección de datos en todo el aparato estatal para recopilar información que permita disminuir las brechas de desigualdad. Sin esto el modelo seguirá fracasando.
Si queremos crecer no podemos fortalecernos solos, independientes y aislados, mientras estemos anclados a un sistema llamado país, la responsabilidad es de todos y es ahí, donde debemos comprometernos, dedicarnos, persistir y sacrificarnos para continuar en el juego.
Es momento de reducir el ego, y desapegarnos de nuestros intereses privados más salvajes, para que trascienda el ser humano frente a un nuevo escenario más demandante e incierto.