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Cuando caminamos, siempre avanzamos consciente o inconscientemente hacia un lugar. Cada paso que damos puede conducir a un propósito mayor o a un desastre, la transformación de lo que queremos obtener depende directamente de nosotros.
Esta mañana muy temprano tuve una pregunta que interrumpió mi sueño ¿Qué puedo hacer para cambiar el mundo y que sea realmente efectivo?
Desde que tenía 12 años siempre fue una pregunta que estaba latente en mi y pude encontrar una solución en el 2005 cuando fundé Ecuador Volunteer, contra todo pronóstico. Sin embargo, mientras pasa el tiempo, me encuentro con seres humanos increíbles que se han unido a esta causa, de quienes he aprendido mucho por su inagotable voluntad de generar cambios que impacten al mundo.
Día a día encuentro personas luchando por sobrevivir en un sistema con una gran brecha de injusticia, pero también encuentro otras con un corazón aguerrido, planteando soluciones a muchas causas en necesidad lo cual me llena de orgullo. Sin embargo, aún estamos dormidos, simplemente no queremos darnos cuenta del potencial que tenemos como humanidad.
Para graficar esto, quiero traer a escena a John-Paul Flintoff, quien en su libro “Cómo cambiar al Mundo” menciona a “Lev Tolstói, cómo uno de lo primeros en opinar que la historia debería considerarse como el resultado de la combinación de pequeñas cosas que los individuos corrientes hacemos a diario: Un número infinito de acciones infinitesimales.”
Esto marcó en mí un antes y un después, me tome el tiempo para reflexionar, y de pronto, al darme cuenta que todos somos participes de un cambio para bien o para mal dentro de nuestro sistema, me pregunté ¿Cuánto puede influenciar en el mundo las imperceptibles pequeñas decisiones que tomamos? La respuesta es «mucho» porque a través de los pequeños pasos que damos según nuestras decisiones, vamos creando milimétricas acciones que se manifiestan diariamente diarias y se unen con las milimétricas acciones de otras personas, de esta manera dan forma a un movimiento tan poderoso y gigante que bien puede construir pasividad o actividad para transformar o destruir al mundo.
Las grandes soluciones o desastres no son más que el continuo movimiento de acciones infinitesimales de cada ser humano mientras escribe su propia historia en el planeta.
Por ejemplo, en el Ecuador, como en algunos países de Latinoamérica, el tema de la corrupción es el pan de cada día. Si prendemos la televisión, escuchamos la radio o leemos los titulares del periódico vamos a ser bombardeados por noticias salpicadas por robos, negociados, tráfico de influencias, etc. Esto ha llevado a que las sociedades lleguen a estar asqueadas de este sistema cancerígeno, pero, nos preguntamos ¿Qué hacemos diariamente para extirpar algún acto corrupto en nosotros mismos? ¿No cree qué somos corruptos cuando le robamos tiempo a la empresa para la que trabajamos al llegar tarde? ¿Cuándo nos pasamos un semáforo en rojo infringiendo la ley? ¿Cuándo nos quedamos pasivos mirando como otra persona ensucia la ciudad en la que vivimos?
Como un apasionado en el liderazgo y sobre todo en el desarrollo humano proyectado al futuro, continuamente me detengo a observar el comportamiento de las personas para determinar que complejo será la adaptación de una cultura ante los grandes cambios que vienen. Usualmente me encuentro con algunas cadenas de pequeños pasos que al unirse entre ellos generan un movimiento desastroso, como la pasividad de padres de familia en Argentina, permitiendo que grupos de jóvenes adolescentes se tomen colegios y promuevan una ley a favor del aborto sin siquiera saber que esta palabra significa, acabar con una vida.
Si a esta convulsión social le sumamos la falta de ética, valores, principios morales, derechos y normas de bienestar universal, la esperanza de lo que la tecnología puede hacer en favor de la humanidad será nula, al fin y al cabo las innovaciones que vengan en este campo estarán sujetas a los fundamentos del ser humano que las desarrolle o los programe.
No todo es trágico, hay pequeñas acciones masivas que han transformado al mundo convirtiéndose en acciones gigantes para el bien, dentro de esto tenemos los movimientos de voluntarios que combaten la desnutrición infantil, la violencia de género, el tráfico de animales, la lucha contra la contaminación marítima a causa del plástico o campañas para el mejoramiento de la educación en sectores vulnerables. Esta ola de cambio de mentalidad se ve muy acentuada en las nuevas generaciones, quienes cada vez alinean sus propósitos de vida a causas o emprendimientos con propósitos de transformación masiva.
Puedo decir que está en nosotros determinar el tipo de conciencia que tenemos, si es pasiva o activa, porque aún teniendo que descansar durante la noche, esta simple acción, puede traer grandes consecuencias para la sociedad, ya que al mantenernos inactivos mientras dormimos, habrán muy pocos seres humanos preguntándose en ese momento ¿cómo pasarán la noche aquellas personas que viven sin techo en las calles?
Tenemos la responsabilidad de decidir sobre nuestras vidas, si vamos a activarnos en favor del bienestar humano o adoptar la pasividad de la autodestrucción.
En conclusión si mantenemos un ritmo pasivo en los pequeños gigantes pasos que demos cada día, estaremos aniquilando toda la construcción de un sistema más justo para la humanidad.
Le invito a dar pasos activos de cambio para crear naciones de primer mundo e implantar un nuevo ADN en la sociedad. Actúe como el líder que fue llamado a ser y alimente de esperanza a las nuevas generaciones. Mientras viva seguiré en pie haciendo de esto una realidad.